Los análisis no encuentran drogas para la sumisión química en ninguna de las 200 denuncias
Las redes sociales han actuado como un altavoz a la hora de alertar sobre los pinchazos. Decenas de chicas han compartido sus testimonios por plataformas como Twitter con el fin de animar a otras personas pinchadas a denunciar, informar a futuras víctimas sobre el protocolo o recordar los pasos de actuación.
La Policía Nacional ha recibido 120 denuncias por pinchazos y la Guardia Civil otros 83 desde mayo hasta inicio de agosto, según los datos del Ministerio del Interior a los que ha tenido acceso RADIOCADENA. No obstante, tras la realización de pruebas toxicológicas, las Fuerzas de Seguridad no han sido capaces de identificar en ninguno de los casos la presencia de sustancias químicas. En este marco, Interior asegura que de momento ninguno de estos episodios ha ido acompañado de otro tipo de delito: «Ninguno de los pinchazos se ha relacionado con la comisión de sumisión sexual o agresiones», afirman fuentes oficiales del Ministerio a este periódico.
Cabe recordar que este fenómeno se originó en Reino Unido y se ha expandido por toda España durante los meses de verano en discotecas, conciertos, festivales y otros espacios de ocio. Según los datos trimestrales, hasta el 10 de agosto, tanto los agentes de Policía Nacional como de la Guardia Civil investigaban un total de 203 denuncias. Debido a que no se han podido detectar las sustancias inyectadas, Interior no cataloga estos casos bajo la denominación de sumisión química.
Las conclusiones de los Cuerpos de Seguridad contrastan con el contenido de las denuncias que han interpuesto las víctimas. «Empecé a notar que sudaba mucho más de lo normal. Me senté en la barra y le dije a mi amigo que necesitaba agua. Los síntomas eran parecidos a estar borracha. Allí es cuando vi el pinchazo. En el momento pensé que me había picado un mosquito», asegura una de las afectadas en Valencia. La mujer de 35 años fue supuestamente agredida en una fiesta con sus amigos en el barrio del Carmen. Como muchas otras, acudió al hospital horas después de los hechos, pero no se logró detectar sustancia alguna en su organismo.
«Las sustancias que se puedan inyectar por vía subcutánea como la ketamina, escopolamina, ácidos derivados del LSD, tienen que ser proporcionadas en cantidades elevadas para provocar somnolencia o adormecimiento», explica Diego Ayuso, secretario general del Consejo General de Enfermería. Este especialista argumenta que la inoculación de estas sustancias requiere entre 5 y 6 segundos. Por esto, asegura que no es tan fácil hacerlo sin que la víctima lo note. Asimismo, destaca que estas prácticas llevan aparejado un riesgo de contagio de enfermedades más graves como hepatitis D, C y VIH al desconocer el estado de la aguja. «Una conducta que parece inofensiva, de graciosa no tiene nada y es una agresión en toda la regla que pone en riesgo la salud de una persona», afirma.
El aumento de las denuncias obligó a muchas comunidades autónomas a adoptar medidas con el fin de dar respuesta a este fenómeno. Cataluña y Extremadura han sido las primeras en activar los protocolos de actuación tanto en la fase preventiva del pinchazo como en la posterior. Las guías actualizadas destacan la importancia de llamar al 112, denunciar y acudir lo antes posible a un centro sanitario para realizar un análisis toxicológico. En este caso, los propios centros evaluarán si es necesario activar medidas similares para evitar la exposición al VIH.
«Nosotros antes de que hubiese constancia de pinchazos por sumisión química, quisimos activar una alerta que se pusiera en marcha de manera inmediata antes de que llegase el fenómeno», asegura Ester Contreras Asturiano, directora general del Instituto de la Mujer en Extremadura. Desde la Junta extremeña, consideran que, aunque no se detecte la sustancia, es una forma de violencia sexual y machista. En este marco, precisa que aunque no fuera clasificado como sumisión química, podría constituir un delito de lesiones según el artículo 147 del Código Penal. «Es importante que las mujeres se sientan escuchadas y empoderadas para denunciar», destaca Contreras.
Una de las mayores dificultades que subraya la directora es el seguimiento de las denuncias realizadas por menores de edad. «Al depender de sus padres para completar el reclamo, no están dentro del sistema VioGén [sistema de seguimiento integral en los casos de violencia de género]. Por esto, a nosotras nos resulta difícil ponernos directamente en contacto con esas personas para darle seguimiento al caso», explica. Incluso, afirma que por este motivo en los sectores donde hay un mayor número de jóvenes se ha establecido mayor seguridad y atención para evitar estos sucesos.
La Consejería de Igualdad de Cataluña elaboró a finales de julio un protocolo de atención sanitaria para estandarizar los servicios médicos de las afectadas por esta práctica. Además, trabajaron juntos con Fecasarm, patronal de los locales de ocio, para que su personal, así como taxistas o conductores de transporte público, supieran cómo actuar en estos casos. La consejera Tània Verge destaca que se debe dar más importancia a la educación del agresor en lugar de victimizar a la joven afectada. «El pinchazo no es la única forma de violencia machista en los espacios públicos ni la más frecuente», aclara al alertar sobre otros delitos contra la mujer más comunes que se están normalizando.
Las redes sociales han actuado como un altavoz a la hora de alertar sobre los pinchazos. Decenas de chicas han compartido sus testimonios por plataformas como Twitter con el fin de animar a otras personas pinchadas a denunciar, informar a futuras víctimas sobre el protocolo o recordar los pasos de actuación. «Siempre piensas que no te va a pasar a ti. Ahora las mujeres vivimos con miedo porque parece que ya no puedes salir tranquila. Esta situación te crea mucha inseguridad y miedo», comenta la chica agredida al destacar por qué es importante dar a conocer este fenómeno.