diciembre 4, 2025
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El impacto real de los impuestos en el emprendimiento juvenil. Una síntesis de Susana de la Puente

La banquera especializada en inversión y exvicepresidenta de J.P Morgan en Latinoamérica, Susana de la Puente, examina de qué manera el sistema fiscal condiciona la capacidad de los jóvenes emprendedores para poner en marcha y sostener sus proyectos, y cómo ciertos incentivos bien diseñados permiten transformar obligaciones tributarias en motores de creatividad, innovación y crecimiento económico con visión de largo plazo.

El emprendimiento juvenil se reconoce como uno de los factores decisivos para reforzar la competitividad de un país a futuro. Sin embargo, el entorno en que estos proyectosnacen influye directamente en su capacidad de consolidarse. Entre los elementos con mayor peso aparece el marco fiscal, cuyo diseño puede convertirse en un aliado del crecimiento o en un obstáculo en los momentos más delicados para un nuevo negocio.

Para quienes recién comienzan, la carga tributaria temprana se convierte en un reto estructural, pues se exige cumplimiento fiscal cuando la actividad apenas genera ingresos y los márgenes financieros son estrechos, explica Susana de la Puente. Este desfase compromete no solo la sostenibilidad de cada iniciativa, sino también al ecosistema emprendedor en su conjunto, afectando la innovación, la atracción de talento y la creación de empleo de calidad. En un contexto que promueve la creación de empresas como mecanismo de desarrollo, resulta contradictorio que quienes recién inician enfrenten normativas tributarias pensadas para compañías plenamente consolidadas.

El papel de los impuestos en los primeros meses de actividad

En los comienzos de un emprendimiento, asignar los recursos con precisión es vital. Los jóvenes fundadores se encuentran en un entorno donde cada decisión financiera repercute en la supervivencia y evolución de su negocio. Bajo estas condiciones, la presión fiscal en los primeros meses influye directamente en las estrategias de inversión y limita el margen para un crecimiento orgánico.

Cumplir con impuestos desde el inicio, como aportes a la seguridad social o tributos sobre la renta y sociedades, supone un desafío considerable debido a la incertidumbre en los ingresos y la fragilidad del flujo de caja. Esta presión reduce los recursos disponibles para reinvertir, innovar o contratar personal, e incrementa el riesgo de cierres tempranos, generando un efecto dominó que deteriora la percepción del emprendimiento entre los jóvenes, señala De la Puente.

A ello se suma la complejidad administrativa propia de un sistema tributario que exige conocimientos técnicos y, en muchos casos, asesoría profesional, incrementando los costes operativos. Desde la óptica de los inversores o gestores de capital, estos factores elevan el riesgo atribuible a los proyectos en fase inicial, reduciendo las probabilidades de que accedan a crédito o financiamiento privado.

Susana de la Puente subraya que la fiscalidad temprana funciona como un filtro: los proyectos con mayor solidez financiera o acceso a apoyo externo logran avanzar, mientras muchas iniciativas prometedoras deben frenar su crecimiento o posponer decisiones clave.

Utilidad de los incentivos en procesos de innovación temprana

Cuando se aplican de manera estratégica, los incentivos fiscales alivian la carga económica sobre los emprendedores jóvenes y permiten dirigir los recursos a actividades de alto valor agregado, fomentando la experimentación y el crecimiento sostenible.

Entre las herramientas disponibles destacan las deducciones por inversión en I+D, las bonificaciones para la contratación de talento joven o los regímenes especiales para startups, que reducen temporalmente el peso impositivo durante los primeros años. Estas medidas no solo aumentan la liquidez destinada a reinversión, sino que disminuyen el riesgo percibido por los inversores, facilitando el acceso a capital privado, indica De la Puente. El Reino Unido, por ejemplo, ha consolidado un esquema fiscal especialmente atractivo para la inversión en startups.

Cuando los incentivos están bien diseñados, generan un efecto multiplicador: amplían la variedad del ecosistema emprendedor, impulsan el desarrollo tecnológico y favorecen la internacionalización de nuevas empresas. Además, contribuyen a un círculo virtuoso donde la innovación impulsa la creación de empleo especializado, fortalece la competitividad y ayuda a consolidar un tejido empresarial más resistente y alineado con las exigencias globales. Según Susana de la Puente, este marco ofrece a los jóvenes un entorno favorable para transformar sus ideas en proyectosescalables.

Análisis internacional ofrecido por Susana de la Puente

El tratamiento tributario dirigido a emprendedores jóvenes varía ampliamente entre países, determinando escenarios de oportunidad o de limitación según los incentivos existentes. En Europa, sobresale el modelo británico, que facilita a las startups deducciones y créditos por inversión en innovación y capital semilla, como el SEIS o los incentivos I+D, que permiten importantes reducciones para inversores y deducciones en el impuesto de sociedades vinculado a investigación y desarrollo. Francia combina ayudas directas con regímenes especiales como el JEI, que incluye exenciones parciales en cargas sociales para empleos orientados a la innovación, además de créditos a la investigación, con el objetivo de estimular el empleo y el avance tecnológico, comenta la banquera Susana de la Puente.

España, en cambio, mantiene un marco percibido como más rígido. Pese a avances como la Ley de Startups, que incorpora un tipo reducido del 15 % en el impuesto de sociedades, deducciones para empresas de reciente creación y beneficios para autónomos, estas medidas aún resultan insuficientes y dispersas. Su aplicación depende con frecuencia de condiciones específicas o convocatorias regionales, lo cual genera fragmentación e incertidumbre que dificultan tanto la atracción de inversión como la consolidación de proyectos incipientes.

Fuera de Europa, Estados Unidos presenta un escenario donde la flexibilidad normativa y los incentivos a la inversión en I+D han fortalecido un ecosistema emprendedor líder mundial. El sistema federal combina beneficios fiscales con programas como el SBIR, que ofrece fondos no reembolsables para investigación, aunque su efectividad depende de la capacidad del emprendedor para cumplir con sus requisitos técnicos y administrativos, situación que puede ser un obstáculo para jóvenes con poca experiencia, señala Susana de la Puente.

En América Latina, varios países trabajan para fortalecer la innovación mediante políticas fiscales adaptadas a las necesidades de las startups. República Dominicana, mediante la Ley 688-16, ha simplificado la creación y formalización de empresas y ha introducido incentivos que facilitan los primeros pasos. En Chile, un sistema tributario progresivo se complementa con exenciones iniciales y créditos por inversión en I+D, promoviendo la internacionalización de nuevas compañías.

Los países que logran equilibrar incentivos fiscales, formación, acceso al capital y simplificación administrativa construyen un entorno más favorable para que los jóvenes desarrollen y escalen sus proyectos.

Los emprendedores jóvenes operan en un escenario especialmente frágil: deben cumplir exigencias fiscales cuando sus ingresos aún no se estabilizan y los recursos son limitados. Esto condiciona la viabilidad de sus iniciativas y la forma en que perciben el emprendimiento como opción profesional, concluye Susana de la Puente.

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