¿Qué proponen los expertos para la plaga de orugas?
De nuevo, Madrid está sufriendo una nueva plaga de orugas que, en comparación con otros años, ha venido con meses de antelación.
El invierno con temperaturas suaves, la falta de lluvia y el riesgo que supone tanto para la población como para los animales hacen que sea necesario poner remedio para paliar las consecuencias del contacto con este tipo de insecto.
Riesgo para población
Entre las consecuencias de tener contacto con este diminuto insecto, se encuentran los picores, irritaciones para los casos más leves, pero hay cierto porcentaje de población que resulta alérgica a sus filamentos tóxicos, necesitando tratamiento específico basado en corticoides para evitar enfermar.
Otra de las consecuencias cada vez más habituales en las consultas pediátricas, cuando de niños en parques se trata, es la conjuntivitis.
Pero también son un riesgo para las mascotas, que pueden sufrir consecuencias para su salud parecida a la de los humanos.
«En principio la gente piensa que basta con no tocarlas. Pero nada más lejos de la realidad. Cuando este insecto se siente amenazado es capaz de lanzar los pelos tóxicos más de 200 metros, siendo además un tipo de tóxico que perdura en el ambiente cierto tiempo» explican los expertos.
¿Qué se propone para evitar esta plaga?
En principio, lo que hay que hacer es detectarla. Aunque siempre se relaciona con los pinos, también es habitual verlas en cedros y abetos, por lo que es necesaria una buena inspección para poder detectar dónde están sus nidos, solo para empezar.
«Nuestro técnicos se acerca con precisión a cada uno de los nidos y aplica el producto fitosanitario de forma precisa en pinos y cedros , inyectando el producto en su interior siendo esta la forma más eficaz de eliminar la procesionaria. De esta forma evitamos que las orugas tengan tiempo de salir al exterior. Tratando nido por nido, conseguimos que las orugas de cada uno de ellos no desciendan del árbol» explican desde Pestrapid, expertos en el control de plagas en Madrid.
Y es que la clave está en el árbol. En evitar que bajen hasta el suelo, momento en el que son más peligrosas para el ser humano y los animales, y conseguir que no construyan su capullo para convertirse en mariposa en la siguiente temporada.