El insoportable apoyo de Meloni a Von der Leyen

Por Jean-Frédéric Poisson

Se elogió la forma en que llegó al poder en Italia después de las últimas elecciones generales. Su elección había despertado esperanzas entre algunos líderes de la derecha europea. La firmeza de Meloni en temas sociales y migratorios, junto con su capacidad para asumir responsabilidades, prometía réplicas en otras partes de Europa y un futuro brillante para los conservadores.

Pero el desastroso estado de las finanzas italianas puso rápidamente al gobierno de Meloni en la perspectiva de sufrir el llamado «movimiento de estabilidad europeo», es decir, la purga al estilo griego reservada a los países endeudados: tutela y ruina. Queriendo evitarlo a toda costa, Meloni accedió a flexibilizar su política migratoria frente a sus declaraciones de campaña a cambio de mantener la ayuda europea. Hasta aquí, nada más que muy realista, y es comprensible que en ciertas circunstancias, la necesidad sea la ley.

La evolución reciente de las relaciones entre Meloni y las autoridades de Bruselas ha tomado un cariz mucho más preocupante. La primera ministra italiana se ha acercado tanto a la presidenta de la Comisión que todo el mundo espera que apoye la candidatura de Von der Leyen a la reelección como jefa de la Comisión en Bruselas. Todo ello con la esperanza de obtener excepciones para Italia que puedan aligerar la carga de la Unión Europea sobre su país. Se dirá que también es un signo de inteligencia política, y después de todo, ¿quién puede culpar a un líder por defender los intereses de su país?

Desgraciadamente, la perspectiva es a la vez más amplia y más «decepcionante». El ahora probable apoyo de Meloni y sus amigos a la presidenta de la Comisión significaría el fin de cualquier deseo de cambiar la política de la Unión desde dentro, apoyándose en el grupo conservador para presionar al ejecutivo de la UE. Además, este grupo ECR (Conservadores y Reformistas Europeos) se vería fuertemente amenazado de escisión, ya que los conservadores polacos son ahora mayoría: teniendo en cuenta lo que la Comisión de Bruselas ha estado haciendo con Polonia durante los últimos cinco años, no hay duda de que apoyarán a Ursula von der Leyen.

Y luego, si solo hubiera eso, la implicación personal de la señora von der Leyen en los escándalos de la gestión europea del Covid, su deseo de instalar un comisario europeo de Defensa y, por tanto, de erosionar aún más la soberanía de los países miembros son suficientes para negarse a apoyar su candidatura y un nuevo mandato. Representa todo lo que no nos gusta de la Unión Europea, todas las políticas públicas que rechazamos. Ha demostrado que es enemigo de la soberanía nacional y del respeto a los pueblos. En este sentido, es una cómplice objetiva del presidente francés, que debería disolver la Asamblea Nacional pero prefiere seguir disolviendo Francia. Por lo tanto, es insostenible. Estrictamente hablando. Sin reserva.

Hoy, para la Unión Europea, ha llegado el momento de esforzarse por lograr la paz en Ucrania y, desde luego, no de alimentar fantasías bélicas de las que somos las primeras víctimas. La complicidad de los gobiernos europeos en los excesos intrusivos de la Comisión ha durado demasiado tiempo. Con demasiada frecuencia, actúa al margen de los tratados, sin ningún mandato real, más allá de la pasividad que le confiere la pasividad de los órganos ejecutivos de los países miembros. Nos asfixia. Nos arruina. Nos empuja a la guerra contra la voluntad del pueblo y sin que tengamos ningún medio para librarla. Allana el camino para el advenimiento de un Estado europeo en expansión que acentuará la asfixia de nuestras libertades. Más allá de la capacidad de cambiar sus orientaciones, seamos conscientes de ello: la cuestión ya no es sólo si queremos esa Europa, sino si queremos permanecer allí sin un cambio radical. O mejor dicho, pedir a los franceses que lo hagan en un referéndum. Escribí sobre este tema en un libro (La Voix du peuple, Éditions du Rocher) publicado hace poco más de tres años. Nunca ha sido más relevante.

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