La debilidad española reflejada en el último informe de Estrategia de Seguridad Nacional
La ESN 2021 es la cuarta en la historia de nuestra democracia, pero es la primera que se elabora siguiendo una sistematización actualizada y coherente con la que debería ser la primera de las preocupaciones de un gobierno: la seguridad del país. En su elaboración han participado todos los departamentos ministeriales, el CNI, las Comunidades Autónomas, así como expertos independientes de reconocido prestigio.
2021 cierra el año con uno de los documentos más importantes que un gobierno puede elaborar a lo largo de sus cuatro años de legislatura: la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN).
Pese a haberse aprobado un 28 de diciembre, el texto no es en modo alguno inocente, puesto que pone negro sobre blanco las debilidades y amenazas de un país que lleva dos años sufriendo los rigores de la pandemia y no sólo en su vertiente económica. También lo hemos padecido en la dimensión social, política e incluso institucional de dos años en los que España paró las máquinas por completo para ponerlas en marcha en un momento de crisis por los precios de la energía. Todos estos factores, junto a las fortalezas y oportunidades, se reflejan en la ESN, que reemplaza la elaborada en 2017 bajo el gobierno de Mariano Rajoy.
Si nos preguntamos qué es en realidad la Seguridad Nacional encontraremos que es uno de los pocos ámbitos de consenso que han trascendido a ejecutivos de diferente color en la historia de la democracia. Se define, y parece ya como un espacio de consenso, como “la acción del Estado dirigida a proteger la libertad, los derechos y bienestar de los ciudadanos, a garantizar la defensa de España y sus principios y valores constitucionales, así como a contribuir junto a nuestros socios y aliados a la seguridad internacional en el cumplimiento de sus compromisos asumidos”.
Puede parecer un objetivo en exceso amplio, pero está en la línea de las ESN del resto de países con los que España pretende homologarse en esta materia, como Reino Unido, Francia, Italia o Alemania. En su extensión encontramos aspectos tradicionales de la Seguridad Nacional, como la protección física del país, con otros de tipo social como el bienestar de los ciudadanos o el reconocimiento de los derechos constitucionales como aspectos susceptibles de ser protegidos en la dimensión de la seguridad del Estado. El ensanchamiento ha llevado a hablar del carácter holístico de la Seguridad Nacional que, en algunos casos, puede llevar a una desnaturalización del término.
La ESN 2021 es la cuarta en la historia de nuestra democracia, pero es la primera que se elabora siguiendo una sistematización actualizada y coherente con la que debería ser la primera de las preocupaciones de un gobierno: la seguridad del país. En su elaboración han participado todos los departamentos ministeriales, el CNI, las Comunidades Autónomas, así como expertos independientes de reconocido prestigio. La coordinación (y, en muchos aspectos, auténtica dirección) ha correspondido al Departamento de Seguridad Nacional, que se ha convertido en el órgano del Estado capaz de definir y velar por el cumplimiento de las directrices aprobadas por la Presidencia del Gobierno.
Desde los primeros párrafos se observa que la autonomía estratégica se sitúa en la pirámide de los objetivos a alcanzar en la ESN, favoreciendo “la dimensión de seguridad de las capacidades tecnológicas y de sectores estratégicos”. En este sentido, la ESN señala líneas de acción en las que se incluye la creación de una “Reserva Estratégica basada en capacidades nacionales de producción industrial”. A diferencia de la ESN de 2017, la de 2021 va más allá de la mera indicación de sectores estratégicos y propone la identificación de los “recursos industriales” de la Administración y del sector privado para, con posterioridad, “garantizar el suministro de aquellos bienes y servicios que sean considerados como de primera necesidad y carácter estratégico”.
La ESN enumera cuáles son los recursos de primera necesidad y carácter estratégico. Sin duda, todos los recogidos en esa lista quedarán englobados en su desarrollo posterior, pero incluirán, sí o sí, los componentes electrónicos, los materiales estratégicos, la maquinaria de alta tecnología, la aeronáutica, los semiconductores, la química esencial, los equipos agrarios avanzados, la tecnología de la comunicación y los equipos sanitarios.
Todos estos sectores están afectados directamente por la carencia de autonomía estratégica, que va mucho más allá de las fronteras ibéricas. La dependencia tecnológica de nuestro país condiciona la recuperación económica y el cambio de modelo energético y económico a nivel mundial, es decir, los compromisos internacionalmente asumidos.
En este marco, Asia, en especial Taiwán y Corea del Sur, suponen el 81% de la fabricación de semiconductores en el mundo. Un artículo que, en palabras de la consultora AlixPartner, “son la punta de lanza de la cuarta revolución industrial y el vector de unión de los ecosistemas digitales, físicos y medioambientales”.
La generación propia de productos locales es también complicada, tanto en presupuesto como en el tiempo necesario para paliar la situación de escasez que existe en el mercado. Las fábricas de microchips y semiconductores requieren de casi un lustro para poder operar en normalidad, debido a los altos requerimientos de construcción y aislamiento a los que están sometidas. Las grandes potencias no han dudado en responder ante este problema. China destinará 150.000 millones de dólares para la fabricación local de estos productos, mientras que Estados Unidos, que también le vio las orejas al lobo, ha comprometido 50.000 millones de dólares para la creación de industrias relacionadas y, sobre todo, para reforzar la cadena de suministro nacional, evitando así depender incluso de socios tecnológicos y políticos como Corea del Sur o Taiwán.
En el caso español, y europeo, la autonomía estratégica afecta tanto a los productos como al aprovisionamiento logístico. Los acontecimientos de mediados de año en el Canal de Suez, donde el buque ‘Ever Given’ colapsó el tráfico marítimo internacional durante semanas, han puesto de manifiesto la vulnerabilidad del continente europeo en la recepción de mercancías procedentes de Asia. Su efecto tuvo y tiene aun una repercusión directa sobre el sector de la automoción en nuestro país que, además, presenta otra debilidad importante el tener sus centros de decisión situados más allá de los Pirineos.
Consciente de la necesidad de actuar desde el punto de vista europeo, la ESN apuesta por la promoción de la autonomía estratégica del continente. En este sentido, defiende su establecimiento como prioridad en la agenda de la Unión para reforzar la autonomía estratégica de la UE que incluya, además, el desarrollo de capacidades industriales y tecnológicas europeas. Sin ellas será de todo punto imposible alcanzar un objetivo nacional.
El texto termina incorporando la necesidad de establecer un sistema de alerta que nos indique claramente en qué escenario de seguridad nos estamos moviendo. Para ello, se propone la creación de indicadores claros que, en estos momentos, reflejan sin ninguna duda la situación de emergencia en la que se encuentra Europa y España en cuanto a su ubicación geográfica e industrial en el conjunto de la economía mundial. Será el Departamento de Seguridad Nacional el encargado de poner la lupa e identificar los ‘drivers’ imprescindibles para dar un paso adelante y solventar el grave problema que entrará en el nuevo año y que continuará durante muchos otros hasta que la recuperación económica no se vea lastrada por el desabastecimiento o sujeta a variables situadas más allá de España… o de Europa.