La diplomacia occidental consiste en implorar a los terroristas
Por Giulio Meotti
«Lo que hemos visto esta semana en Afganistán representa un punto de inflexión en el declive de Occidente», escribió Ayaan Hirsi Ali el pasado día 18. «América se preocupa más por los pronombres que por el destino de las mujeres afganas».
Sirva como prueba la respuesta de la diplomacia occidental a la conquista de Kabul por parte del Talibán, sin disparar un sólo tiro y con sus combatientes deambulando como turistas por la ciudad.
«El Gobierno afgano debería reunirse con el Talibán y llegar a un acuerdo inclusivo». Aun antes de que Afganistán cayera en manos de los talibanes, el intrépido responsable de la política exterior de la UE, Josep Borrell, ya estaba implorando a los afganos que llegaran a un acuerdo con los islamistas.
Ese mismo día, Associated Press dio cuenta de lo que les espera a millones de afganas. En un parque de Kabul convertido en refugio para desplazados, unas chicas que regresaban a sus hogares fueron detenidas y fustigadas por… ir en sandalias. Desde entonces se ha informado de mujeres violadas, vendidas a terroristas como esclavas sexuales, asesinadas por no llevar el burka; mujeres a las que se ha sacado los ojos; de razias puerta a puerta en busca de niñas aun de sólo 12 años para convertirlas en «esclavas sexuales» o forzarlas a casarse con combatientes del grupo terrorista…
AP añadía:
Borrell advirtió de que el Talibán se expondría al no reconocimiento, el aislamiento y la falta de apoyo internacionales, así como a la perspectiva de que el conflicto y la inestabilidad continuaran en Afganistán, si tomara el poder por la fuerza y restableciera un emirato islámico.
Ah, y si usted piensa que para Occidente los talibanes son enemigos, se equivoca. ¿Enemigos? «Creo que hay que ser muy cuidadoso a la hora de utilizar la palabra enemigo«, ha afirmado sir Nick Carter, jefe del Estado Mayor de la Defensa del Reino Unido. El Talibán, explica, «quiere un Afganistán inclusivo para todos». Palabras de rendición. Mientras, el Gobierno francés se afana en listar sus «condiciones para el reconocimiento del régimen talibán».
«Si imponen la sharia, no seguiremos dándoles nuestro dinero», declaró el ministro alemán de Exteriores, Heiko Mass, que seguramente habrá aterrado a los talibanes. Seis semanas antes, Maas pronunció un discurso heroico en el Bundestag [Parlamento] sobre la inminente «retirada ordenada de las tropas de la OTAN en Afganistán», entre las que se contaba una unidad del Ejército alemán (Bundeswehr) radicada en Kunduz, ciudad que conquistó el Talibán sólo unos días después. Maas ensalzó el desempeño de su país, que ha hecho «algo extraordinario en Afganistán». Sí, sí. Extraordinario.
Creado en plena Guerra Fría, el Ejército alemán fue la columna vertebral de la OTAN en Europa. Hoy, es el flácido bajo vientre de las fuerzas militares europeas. Una «cuasi organización humanitaria, una especie de Médicos Sin Fronteras con armas». Ya a finales de abril, el ministro alemán de Exteriores advirtió al Talibán de que «cualquier ayuda se basará en [el cumplimiento de unos] estándares democráticos». Aparentemente poco impresionados por las amenazas germanas, los muyahidines afganos dieron inicio a su marcha sobre Kabul, matando mujeres, soldados, intérpretes, periodistas y poetas.
El Reino Unido, cada vez menos churchilliano, anunció que «trabajará con el Talibán si recupera el poder», tal y como informó el secretario de Estado para la Defensa, Ben Wallace, al Telegraph.
En cuanto a los Estados Unidos, desde la Administración Biden llegó una petición extraña, según el New York Times. Por si no hubieran sido suficientemente humillados, funcionarios norteamericanos trataron de obtener garantías del Talibán de que no atacaría la embajada estadounidense en Kabul. A cambio, recibiría ayuda. El embajador Zalmay Jalilzad, representante especial norteamericano para la Reconciliación Afgana, «espera convencer a los líderes talibanes de que la embajada debe permanecer segura, si es que el grupo espera recibir ayuda financiera y de otro tipo por parte de EEUU para un futuro Gobierno afgano».
Por su parte, el papa Francisco llamó al «diálogo» con la misma gente que había estado muy ocupada en Lahore atentando contra un parque infantil y matando a 70 cristianos, muchos de ellos niños, así como contra una iglesia en Peshawar, donde mataron a 106 personas.
«Canadá cierra su embajada en Kabul». «Alemania deja en mínimos su embajada en Kabul». «Dinamarca cierra su embajada en Kabul». «España inicia la repatriación de su personal en Kabul». «Países Bajos prepara la evacuación de su embajada en Kabul». «Reino Unido envía 600 soldados para la evacuación de su gente en Kabul». «Noruega cierra su embajada en Kabul». La retirada occidental es ahora una letanía.
«Por favor, no reconozcan al Talibán», rogó entre lágrimas la periodista afgana Lailuma Sadid durante una conferencia de prensa del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, tenía otras prioridades: así, «imploró» a los talibanes que «reconozcan los derechos humanos». «Hay que ayudar al Talibán para ayudar a Afganistán», afirmó Gregor Gysi, carismático líder del Partido de la Izquierda alemán. «¿Por qué no podemos ofrecer ayuda al Talibán, de quien dependen las mujeres, y poner condiciones a ese ofrecimiento?».
¿Un fondo especial para las tres millones de niñas expulsadas de las escuelas? Las feministas afganas contaban con la solidaridad de sus colegas alemanas. Pero el Partido Verde por lo visto está muy ocupado en eliminar a los políticos varones de las fotos para su propaganda feminista. Bueno, ¿entonces el Ejército sueco? Nada, está muy ocupado enarbolando la bandera LGBT. OK, ¿y el australiano? Está combatiendo con Photoshop para eliminar la cruz de las fotos oficiales de su soldado más condecorado. El Talibán estará bien orgulloso, no en vano proclama abiertamente estar en guerra con «los cruzados». En cuanto al Ejército de EEUU, está muy ocupado enseñando «teoría crítica de la raza» en West Point. Cómo luce el frente occidental…
«Mostradnos que habéis cambiado», dicen los países occidentales a los talibanes. El caso es que no han cambiado. Han abolido las clases mixtas, por ser «el origen de todos los males». El Washington Post informa de que la música ha desaparecido de los cafés. El Instituto Nacional de la Música afgano, revela el New York Times, va a echar el cierre luego de formar músicos femeninos desde hace años. Los rostros de mujer han desaparecido de las tiendas de la capital. Un periodista de Kabul le ha dicho a la revista Outlook que los talibanes han entrado en los gimnasios: «No muestres los músculos, cubre tu cuerpo y déjate crecer la barba…». Los periodistas ya están siendo víctimas del Emirato Islámico de Afganistán.
Un pariente de un periodista de la cadena estatal alemana Deutsche Welle ha sido asesinado. En cuanto a los cristianos, están absolutamente aterrorizados. «Hemos oído testimonios fiables de que los talibanes piden a la gente sus teléfonos, y si te encuentran una Biblia descargada, te matan en el momento», reporta SAT-7. Los talibanes han golpeado a ciudadanos norteamericanos. Las agencias de inteligencia temen que se produzca un escenario como el de la toma de diplomáticos norteamericanos como rehenes en el Irán de 1979.
«Talibanes: el mundo os está observando», advirtió la audaz Nancy Pelosi, al tiempo que el Departamento de Estado norteamericano pedía al Talibán que formara un «Gobierno inclusivo»; como si se estuviera refiriendo a un «espacio seguro» de una de esas enloquecidas universidades americanas.
Tras la caída de Kabul, el representante de la política exterior de la UE, Josep Borrell, salió con otra idea: luego de que el Gobierno de unidad nacional afgano muriese antes de nacer siquiera, invitó al Talibán a «dialogar».
Al mismo tiempo, el exministro griego de Finanzas Yanis Varufakis celebró la derrota americana:
En el día en que el imperialismo liberal-neocon ha sido derrotado de una vez por todas, los pensamientos del DiEM25 [movimiento político paneuropeo promovido por el propio Varufakis] están con las mujeres de Afganistán. Nuestra solidaridad probablemente represente poco para ellas, pero es lo que podemos ofrecer por ahora. ¡Hermanas, resistan!
Un portavoz del Ministerio de Defensa alemán comentó, a cuenta de la responsabilidad de evacuar al personal afgano: «No les obligamos a colaborar con nosotros». Quizá sea este el colmo de la depravación moral. El más honesto fue Kick Kay, exembajador británico en Kabul, que confesó a la BBC: «Me muero de la vergüenza».
Mientras la captura de Kabul es como un vendaval para el radicalismo islámico en todo el mundo, en el sedicente «mundo libre» se respira un espeso e insalubre aire de traición. Como dijo el otro día un líder talibán a la CNN: «Habrá yihad no sólo en Afganistán sino en todo el mundo».
¡Occidentales, resistan!